ANDALGALÁ (CATAMARCA)

Andalgalá: se llamó así  un remoto cacique. El vocablo viene de las voces quichuas anta y huallá que significa “abra de las montañas.”


Era cacique de una misteriosa comunidad establecida hace muchos siglos, en un pequeño oasis enclavado en la vasta entraña catamarqueña.


El Alamito, departamento  de Andalgalá era un pasaje circunvalado por la soledad del desierto. Circunstancias que estimularon la creatividad en esa transcendente alfarería prehispánica  cuya tradición aún se mantiene a ambos lados de los Andes.


El milagro del barro es un bien cultural muy importante para el conocimiento de los tiempos anteriores a la conquista.


La cerámica es un aporte valioso  para el estudio de las distintas pautas de situaciones sociológicas, preocupaciones existenciales e intereses religiosos.


La alfarería proporcionaba sin proponérselo, a los integrantes de un clan el sentimiento de pertenecer a una entidad común.


A los ceramistas, si bien la creación artística les resultaba fácil, no así la búsqueda de la greda, de determinado color o el estiércol de guanaco, debiendo transportar agua por lugares áridos.


La alfarería de Alamito  fue en su mayoría de color gris. Las formas predominantes fueron las vasijas cilíndricas o urnas funerarias con asa lateral. Su decoración geométrica adornaba las superficies; existiendo cerámicas color ante con decoración pintada.


De Andalgalá salieron hábiles artesanos del barro,  ubicados por investigadores en el campo de Pucará  en el N.O. de Catamarca.

 

Aproximadamente desde el siglo XI, el territorio catamarqueño  estuvo poblado por distintas parcialidades de la etnia de los paziocas (diaguitas), cuyo idioma era el cacán correspondiendo en gran medida a la Cultura Belén.


La parcialidad más meridional era la de los capayanes y la del extremo sudoriental era la de los olongastas, mientras que en el sector noroeste (puneño) se encontraban atacameños de idioma cunza. Los pueblos paziocas o «diaguitas» llegaron a fundar pequeñas ciudades como Batungasta y el Shincal (luego durante la invasión inca transformado en uno de los principales cuarteles incaicos de la región).

La sedentarización de las poblaciones de esta provincia ocurrió en el territorio hace aproximadamente 2000 años, tal cual lo demuestran los hallazgos de ruinas de esas épocas en el sitio de Palo Blanco.


Precisamente en esa remota época sucedió que al establecerse poblados en zonas de riego y con acumulación de excedentes agrícolas se produjo un paso desde sociedades pre-estatales a sociedades jerarquizadas y ya estatales, las mismas, primitivas sociedades estatales de la región pasaron de una fase de jefatura a una de señoríos.

Durante un breve período (1460 - 1555) los incas incorporaron las zonas occidentales de Catamarca al Collasuyu, formando las provincias del Tukma (Tucumán) Chicoana (con capital en territorio de la actual provincia de Salta) y Kire-Kire.


La construcción más significativa dejada por los incas en Catamarca es el hoy llamado Pucará de Aconquija, una de las fortalezas más grandes del sur del Tiuantinsuyu.

Los españoles arribaron al territorio actualmente catamarqueño hacia 1536 con la expedición de Diego de Almagro (El Viejo) quien tras recorrer los Valles Calchaquíes se dirigió rumbo a Chile a través del Paso de San Francisco.


La primera fundación española en territorio catamarqueño fue la de San Pedro Mártir realizada en 1554 por Francisco de Aguirre en el valle de Conando (actual departamento Andalgalá), pero no perduró.

La gobernación de Chile se extendía cien leguas hacia el este de la cordillera de Los Andes, abarcando una extensa parte de la actual provincia de Catamarca.


En esa zona, por mandato del gobernador de Chile García de Mendoza en 1558, el capitán Juan Pérez de Zurita fundó Londres de la Nueva Inglaterra, en el valle de Quimivil (departamento Belén), nombre puesto en honor a la esposa inglesa del rey Felipe II, María Tudor.


El poblado fue trasladado en 1561 al valle de Conando (departamento Andalgalá), con el nombre de ciudad Villagra, pero debió ser abandonada al año siguiente por una rebelión de los diaguitas.

En 1563 se creó la gobernación del Tucumán dependiente de la Real Audiencia de Charcas en materia judicial y del Virreinato del Perú en asuntos de gobierno, incorporando el actual territorio catamarqueño.


Allí las viviendas se organizaron primitivamente en unidades independientes con características muy complejas y constantes. El conjunto de estructuras arquitectónicas que integraban cada unidad constituía una especie de aldea o pueblo.


Una nueva fundación fue realizada en 1607, a orillas del río Belén por el teniente de gobernador de La Rioja Gaspar Doncel, por orden del gobernador del Tucumán Alonso de Ribera con el nombre de San Juan Bautista de la Ribera en el sitio de la actual ciudad de Belén.

En 1612, nuevamente fue trasladada la ciudad cerca de su actual emplazamiento a orillas del río Quimivil por disposición del gobernador Luis de Quiñones Osorio, llamándola San Juan Bautista de la Paz.

Después del gran alzamiento calchaquí de 1630, la ciudad debió ser refundada por el general Jerónimo Luis de Cabrera en 1633, en el paraje de Pomán, por mandato del gobernador Felipe de Albornoz, denominándola San Juan Bautista de la Rivera.

El gobernador Fernando Mendoza Mate de Luna trasladó la ciudad al valle de Catamarca, por mandato real, el 5 de julio de 1683 dándole el nombre de San Fernando del Valle de Catamarca.

Al subdividirse administrativamente el virreinato del Río de la Plata, conforme a la Real Ordenanza de Intendentes del 28 de enero de 1782, Catamarca quedó ubicada dentro de la Gobernación de la Intendencia de San Miguel de Tucumán. Un año y medio después, la Real Cédula del 5 de agosto de 1783 suprimió la Gobernación de la Intendencia del Tucumán, con lo que Catamarca ―junto a Tucumán, Santiago del Estero, Jujuy, Salta y Puna― pasó a integrar la nueva Gobernación de la Intendencia de Salta del Tucumán, con sede gubernativa en Salta (a partir de 1792).


En 1658 Francisco de Nueva y Castilla  fundó  un fuerte en el lugar donde hoy se encuentra la localidad. En 1746, el Gral. José Díaz, iniciador del mayorazgo de los Díaz de la Peña, construyó una capilla dedicada a Santa Rita.
Entre 1806 y 1810, un sacerdote que luego sería diputado por Catamarca en Tucumán  fundó escuelas en Andalgalá, Belén y Santa María.


Hoy, en este predio, reside un núcleo poblacional heterogéneo de indígenas y blancos, subiste en los valles catamarqueños  con escasez numérica de pobladores.

 

Bibliografía:
Alcira I.: “Los habitantes primitivos, en el país de los argentinos”.  Centro Edit. América Latina.
Vercellini E.: "Informe de Roberto Janz." Revista Nueva 1997.

 

Andalgalá.  Pasaje.  Topografía:
Corre de E. a O. desde el 1100 al 1299, a la altura de Spegazzini 4200.
Se le impuso ese nombre por D. N° 4688 del 16 de septiembre de 1977.
Recuerda al cacique y pueblo ceramista de Andalgalá, en la Prov. de Catamarca.